Cada intento de Teo por contactarme a través del vínculo acababa igual, con el eco mudo de algo que ya no existía
Y fue entonces cuando el verdadero miedo lo golpeó. Corrió hasta el campo de entrenamiento, a punto de perder el control y transformarse ahí mismo, movido por el pánico.
-Necesito ver a Alejandro. ¡Ahora!
El entrenador principal, un lobo anciano que había servido a tres Alfas, lo miró como si estuviera frente a una peste.
-¿Tú eres el Beta Teo? ¿El que va diciendo por ahí que Marcos es su hijo?
El mundo de Teo se tambaleó. Cada vez que había ido allí, había sido para Marcos, para aplaudir sus técnicas, estar en sus ceremonias, presumir sus progresos frente a otros Betas.
Jamás había asistido a un solo entrenamiento de Alejandro.
Ahora todo el recinto creía que Marcos era su único hijo.
-No…la voz de Teo se quebró-. Marcos es hijo de Sara. Alejandro… es mi heredero de sangre.
La carcajada del entrenador fue como una cuchilla.
-¿Heredero de sangre? Lo dejaste abandonado en un edificio en llamas para salvar al cachorro de otra loba.
-Y cuando empezó a transformarse antes de tiempo, le quitaste su poción y se la diste a Marcos.
-Cuando tu familia más te necesitaba, tú estabas ocupándote de otra familia.
Cada palabra era un golpe contundente para él.
—¿Dónde… dónde está mi hijo?
El entrenador lo miró con frialdad.
-Se fue. Lo transfirieron a otra manada, con el único padre que ha tenido, que es la madre que sí lo quiso de verdad.
Teo retrocedió, tambaleante, con su lobo empujando desde dentro.
-¿Otra manada? No… jamás lo harían…
Pero lo habían hecho.
Durante años, yo había sido la pareja perfecta. Lo esperé en silencio, criando a nuestro hijo sola, sin cuestionar sus cinco años de ausencia.
Con solo una frase suya de “no vengas“, me bastaba para quedarme quieta, enseñándole a Alejandro que su padre regresaría algún día.
Durante tanto tiempo, Teo justificó su indiferencia repitiéndose que yo lo había “atrapado” con feromonas, y que debía castigarme por ello.
Pensaba que debía castigarme más y hacerme pagar por haberlo presionado.