Pero ahora…
Por primera vez en cinco años, el verdadero remordimiento le atravesó el pecho, como una hoja de plata.
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Capítulo 9
Su lobo aulló, entendiendo al fin lo que habían perdido.
Teo empezó a desmoronarse. Estaba perdiendo el control.
Llamó a todos sus contactos, cobró favores, movilizó territorios enteros.
-¡Encuentren a mi pareja y a mi hijo! -gruñó, con los ojos destellando entre el azul humano y el dorado salvaje –. ¡No me importa cómo lo hagan!
Pasaba los días encerrado en nuestro antiguo hogar, rodeado de recuerdos que lo torturaban.
Los ropajes de Beta que yo mantenía impecables.
Los suelos brillantes, aun con su queja constante por el olor a desinfectante.
El equipo de entrenamiento donde Alejandro entrenaba durante horas, solo para hacerle sentir orgullo.
La risa de Alejandro solía llenar esos pasillos durante sus entrenamientos nocturnos.
Pero ahora…
La madriguera se sentía vasta y muerta, como una tumba construida por y para él mismo.
El vacío en su pecho, donde antes latía nuestro vínculo, crecía cada día. Su lobo aullaba sin cesar, buscando el vínculo que había sido interrumpido.
Todo lo que quería, todo lo que su lobo necesitaba, era ver a su pareja y a su cachorro una vez más.
Sara y Marcos seguían apareciendo por la casa, pero cada visita como sal sobre una herida sin cerrar.
—Papá — le decía Marcos con ese tono confiado que antes le parecía tierno-, mañana es mi ceremonia de luna llena. Vas a dirigirla, ¿verdad? Todos deben ver lo orgulloso que estás de tu hijo….
Algo en la presunción casual de Marcos hizo que el lobo de Teo le enseñara los colmillos. Ese niño que una vez representó una segunda oportunidad, ahora era un recordatorio viviente de su traición.
No podía dejar de pensar en Alejandro.
Mientras Marcos se recostaba descuidadamente sobre sus piernas, exigiendo atención, ¿dónde estaba Alejandro?
Su verdadero hijo, su sangre, al que le negó hasta el amor más básico, el que la pasó luchando contra las lágrimas tras cada rechazo, intentando tanto ser digno de un padre que nunca llegaba.
La culpa lo perseguía hasta casi perder el control:
-¡Soy un monstruo!
Golpeó la pared de piedra con tal fuerza que dejó grietas teñidas de sangre. Su lobo ya no podía contenerse.
En ese momento, su culpa alcanzó el punto de quiebre.
-No puedo seguir aquí. Les hice demasiado daño. ¡Debo encontrarlos!
Sara se arrojó a su paso, llorando con una perfección ensayada.
-Teo, por favor… si tu pareja decidió irse, es porque no quiere que la busques. Déjala ir.
-Has estado con Marcos y conmigo todo este tiempo. Seguro ya perdieron la esperanza. ¿Por qué no empezar de nuevo? Después de todo, me he dado cuenta de que aún te amo. Podemos ser una familia real…
Antes, las lágrimas de Sara habrían ablandado su corazón. Habrían despertado el deseo de protegerla.
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Capítulo 9
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Pero ahora, Teo gruñó. Su lobo emergió por completo. Sus ojos ardían en dorado, sus colmillos se alargaban.
-Si quieres una familia -gruñó-, ¡vuelve con tu pareja muerta! Yo ya tengo una pareja y un hijo, mi verdadera familia. Sara, a partir de ahora, aléjatè de nosotros. Este juego ya se terminó.
Teo intentó todo para encontrarnos, como transmisiones de manada, búsquedas en todo el territorio, incluso rogó ayuda al Consejo Alfa.
Pero la respuesta siempre fue la misma.
Habíamos desaparecido por completo de los registros de la manada, y nuestros aromas fueron borrados con hierbas rituales.
Teo se sujetó la cabeza con desesperación durante largo rate, su lobo gimiendo con dolor compartido.
De pronto, levantó la cabeza de golpe.
-Ya sé.
Su lobo despertó dentro de él, recordando el aroma del mar del territorio vecino.
La forma en que cierta Alfa hembra siempre me había mirado con más cariño de la que él jamás mostró.
El puesto de sanadora que me ofreció meses atrás.
-Ya sé a dónde se fueron mi pareja y mi cachorro.
Nunca esperé volver a ver a Teo.
Dos meses después de que Alejandro y yo nos establecimos en el territorio costero de Ana, apareció como un fantasma en mi sala de curación, de algún modo logrando evadir a los guardias fronterizos armados con armas de plata, a pesar de la orden de Ana de matar al instante a cualquier lobo que no sea de su manada.
Su impecable abrigo de Beta estaba manchado de sangre y quemaduras por plata, su ropa desgarrada tras cruzar tres territorios hostiles luchando.
-Por favor -susurró, con el lobo agitándose bajo su piel, intentando liberarse-. Me equivoqué con ustedes, con todo, con nosotros.
El orgulloso Beta que una vez comandó el respeto de nuestra manada lucía destrozado. Sus ojos oscilaban entre el azul humano y el dorado del lobo, su control al borde del colapso.
Se arrodilló frente a mí, un acto que habría escandalizado a nuestra antigua manada. Un Beta nunca se arrodilla, ni siquiera ante un Alfa.
-Fuim tonto–su voz se quebró por la desesperación–Pensé que te poseía, que podía poner a prueba tu lealtad, herirte una y otra vez solo porque eras mía. Dejé que mi orgullo lo destruyera todo. Estaba tan enojado por las feromonas de aquella noche, que olvidé que mi lobo te había elegido meses antes. Que te aullaba en cada luna
llena.
-Estos meses sin ti… -alzó la mano hacia el espacio vacío donde alguna vez estuvo nuestro vinculo-. El silencio me está volviendo loco. Finalmente entiendo lo profundo que era tu amor, y cuánto desprecie darme cuenta.
Por favor… sus manos temblaban mientras intentaba alcanzarme-. Dame una oportunidad más de ser tu pareja, de ser el padre que Alejandro merece.
Años atrás, ver al poderoso Beta humillado así habría hecho que mi corazón estallara de emoción.
Durante tanto tiempo, mi único sueño había sido que Teo reconociera nuestro vínculo. Lo imaginaba viviendo
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Capitulo 9
tranquilamente como familia, criando juntos a Alejandro, compartiendo lunas llenas en paz.
Había llenado diario tras diario con esos sueños, escribiendo cómo nuestros lobos se llamaban, cómo sería perfecto nuestro futuro.
