Sus ruegos eran cada vez más frenéticos.
Pero yo di un paso atrás con frialdad, y mi loba permanecía tranquila, sin moverse.
Agachándome a la altura de Alejandro, le pregunté suavemente:
-¿Quieres perdonar a tu padre, cariño?
Alejandro miró a Teo con ojos demasiado maduros para su edad.
No. Ya no tengo padre. Los otros cachorros tenían razón cuando me llamaban rechazado. Pero ahora está bien.
L
-Ser rechazado o no, no importa -lo abracé fuerte-. Me tienes a mí y a nuestra nueva manada. es más que suficiente.
Algo en los ojos de Teo se rompió por completo. El imponente lobo Beta estaba siendo derrumbado por sus propias decisiones.
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Capítulo 10
+25 BONUS
Sonreí con calma mientras me acomodaba las túnicas formales de sanadora. El hilo de plata marcaba mi nuevo estatus como Sanadora Jefa.
-Deberías irte, Teo. Los guardias fronterizos no serán compasivos contigo si te encuentran aquí.
Revisé el reloj solar encantado de mi muñeca.
-Tengo una consulta importante. Es un caso de intoxicación por plata que tres territorios no han podido resolver. Me pagarán con oro y derechos territoriales.
Estos últimos meses en la manada de Ana nos transformaron a ambos.
Me convertí en su sanadora más valiosa. Mis nuevos tratamientos para intoxicación por plata estaban salvando lobos que los sanadores tradicionales ya daban por perdidos. Mi reputación se extendió por los territorios, trayéndonos riqueza y respeto.
Mientras tanto, el mundo de Teo se desmoronaba. Sara, resentida por su rechazo, fue al Consejo Alfa con pruebas de su traición, que demostraban cómo robó la poción inhibidora destinada a su propio hijo, casi matando a Alejandro para salvar a Marcos.
En una sola noche, el orgulloso Beta lo perdió todo. Su cargo, su estatus, el respeto de su manada. Pedían su exilio, que era el peor castigo que un lobo puede enfrentar.
Pero yo ya casi no le prestaba atención a esas noticias.
Estaba demasiado ocupada construyendo nuestra nueva vida, entrenando a la nueva generación de sanadores, desarrollando tratamientos que estaban revolucionando la medicina de manada.
Viendo a Alejandro crecer en su poder, libre de la presión de ser el hijo perfecto de un Beta.
Cada luna llena, como reloj, Teo intentaba cruzar nuestras fronteras. Cada intento más desesperado que el anterior, su lobo más salvaje, menos contenido. Pero Alejandro y yo habíamos construido una nueva vida aquí. Rechazábamos sus súplicas, dejando que los guardias de Ana lo expulsaran una y otra vez. Sus aullidos de angustia ya no significaban nada para nosotros.
Finalmente, la propia Ana lo enfrentó en la frontera, con su poder de Alfa crepitando en el aire.
-Ya es suficiente, Teo. Tuviste tu oportunidad cuando estaban en tu manada. Elegiste a Sara y a Marcos por encima de tu verdadera pareja y tu cachorro de sangre. La luna misma te ha juzgado. Ya es demasiado tarde.
Más tarde, por susurros de manada, Teo supo la verdad completa.
Lo que finalmente me quebró no fue solo la poción robada que casi mata a nuestro hijo. Fue la crueldad calculada de Sara cuando puso ese video en el cumpleaños de Alejandro, humillándolo ante toda la manada,
Su rostro se volvió blanco como el papel al enterarse, tratando desesperadamente de explicarse.
-¡Por favor, eso no era real! Solo era política de manada, un estúpido juego de verdad o reto en la ceremonia lunar. Nunca fue mi intención…
Juró que nunca pasó nada con Sara en Europa, que Marcos solo era un sustituto del hijo que él mismo había abandonado.
Pero a mí ya no me importaba qué era verdad y qué era mentira.
Cinco años de espera me enseñaron que las acciones hablan más fuerte que las excusas.
Esa noche, Teo dejó nuestro territorio ahogado en lágrimas, con los aullidos de su lobo resonando más allá de la frontera.
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Capítulo 10
+25 BONUS
Pasaron los meses, y conocí al Alfa Lucas Montenegro durante un caso complicado de sanación. Entendía tanto de medicina como de magia, respetaba mi independencia y adoraba a Alejandro.
Cuando me propuso formar un vínculo de pareja, lo rechace con delicadeza. Algunas cicatrices son demasiado profundas para nuevas marcas.
Una noche, le pregunté a Alejandro:
-¿Cómo te sentirías si tuvieras un nuevo padre?
Alejandro miró con picardía hacia donde Lucas le enseñaba sobre hierbas curativas.
-¡Si es el Alfa Lucas, no me molestaría! El sí se presenta a los entrenamientos, no como otros lobos…
Teo presenció esta escena durante uno de sus intentos por cruzar la frontera. Vio a otro Alfa cuidando a la pareja y al cachorro que había abandonado.
Su rostro se volvió fantasmal, su lobo aulló de desesperación, y desapareció en el bosque sin decir una palabra.
Después, un mensajero trajo una carta con su sello de Beta
Ana la recogió con curiosidad.
¿Qué dice?
La lancé al fuego sin abrirla, viendo cómo sus palabras se volvían cenizas, como nuestro vínculo.
-Nada que me importe.
Pasaron dos años en silencio.
Los rumores llegaban desde su territorio: Teo lo había perdido todo. Algunos decían que cayó en una trampa de plata mientras estaba ebrio de vino de acónito, quedando medio salvaje y lleno de cicatrices.
Otros afirmaban que intentó matar a Sara en venganza por su traición, ganándose el exilio permanente de todas las manadas del norte.
¿La verdad? Nunca me molesté en averiguarla.
Como nuestro vínculo roto, el pasado era mejor dejarlo enterrado.
Alejandro sobresalía en el entrenamiento de combate, su control era más fuerte que el de cachorros el doble de su edad.
Mi práctica de sanación había revolucionado el tratamiento de intoxicación por plata, ganándonos el respeto de manadas por todo el territorio.
Habíamos construido una vida que nunca me habría atrevido a soñar mientras esperaba sola en esa madriguera
fría.
A veces, en las noches de luna llena, veía a Alejandro mirar hacia nuestro antiguo territorio, con su pequeño rostro pensativo.
Pero nunca más preguntó por su padre.
