A la mañana siguiente, la fiebre de Alejandro se disparó peligrosamente. Su piel quemada ardía al tacto.
Lo llevé corriendo a la sala de curación, con el corazón desbocado por la angustia.
Y justo al llegar, nos cruzamos con Teo. Llevaba de la mano a Marcos, con Sara caminando a su lado.
A pesar del mareo que le causaba la fiebre, los ojos de Alejandro se iluminaron al ver a su padre.
Se soltó de mis brazos, y tambaleante, avanzó hacia él con pasos torpes y desesperados.
-¡Papá! -alzó sus bracitos temblorosos, con una voz débil pero llena de esperanza-. ¿Viniste para quedarte conmigo mientras me curan? Te… te perdono por lo de ayer.
Pero Teo dio un paso atrás, jalando a Marcos más cerca de él.
Frunció el ceño con fastidio.
-¿No dije claramente que no vinieran por la mañana? ¿Por qué tu madre te trajo?
De pronto, Marcos empujó a Alejandro con fuerza.
¡Deja de llamarlo papá! ¡Él es mi papá!
Alejandro, ya inestable por la fiebre, cayó hacia atrás. Su piel herida golpeó el suelo con fuerza.
El grito de dolor que soltó sacudió la sala entera.
Marcos levantó el pie como si fuera a patearlo mientras estaba tirado en el suelo.
-¡Basta! -grité, interponiéndome de inmediato y apartando a Marcos de un tirón.
Tomé a Alejandro en brazos. Su cuerpo ardía y se sacudía de fiebre, llorando contra mi pecho.
-Marcos, discúlpate con Alejandro ahora mismo.
Los ojos de Teo destellaron con furia.
-¿Cómo te atreves a empujar a un cachorro?
Colocó a Marcos detrás de él, protegiéndolo con firmeza.
-Te dije que no vinieras esta mañana. Trajiste a Alejandro a propósito para provocar a Marcos. Marcos no quiso hacerle daño. Es tu culpa por no seguir las indicaciones.
Abracé con más fuerza a mi hijo, sintiendo sus lágrimas empapar mi camisa.
-¿Mi culpa? -mi voz temblaba, cargada de rabia-. ¡Te recuerdo que tu hijo está cubierto de quemaduras porque lo dejaste tirado en un incendio! Tiene más de 40 grados de fiebre. ¿Dónde se suponía que debía llevarlo?
Pero Teo ya había desviado la mirada. Se agachó, revisando con delicadeza a Marcos.
Entonces Sara dio un paso al frente, con una sonrisa suave, perfectamente ensayada.
-Ay, lo sentimos mucho. Marcos siempre ha sido fuerte para su edad. Apenas tocó a Alejandro… No esperábamos que tu lobito fuera tan frágil. Debe ser por su sangre Omega